Escribir puede ser un viaje hacia el centro de uno mismo. Un despellejarse y ofrecerse en carne viva. Una forma de liberación. Esa liberación que nos hace esclavos de la libertad, porque ya no es posible concebir otra forma. Escribir puede ser santo, muerte, vísceras, sangre, confesión, locura, demonios, eternidad. Escribir puede romper las reglas de las estructuras y atravesar el tiempo si tenemos el ímpetu y la valentía. O puede ser nada más que un epitafio.









martes, 30 de noviembre de 2010

No sobrevive

Cómo se salva una tristeza
cuando impunemente entra en nuestro día
acodándose en la boca del estómago
temblando un sueño en picada libre
y rumiando soledad?

Quien podría defenderla de la resistencia feroz
del instinto impúdico de un nuevo comienzo
y de la firmeza del corazón
apretándole las nalgas?