Escribir puede ser un viaje hacia el centro de uno mismo. Un despellejarse y ofrecerse en carne viva. Una forma de liberación. Esa liberación que nos hace esclavos de la libertad, porque ya no es posible concebir otra forma. Escribir puede ser santo, muerte, vísceras, sangre, confesión, locura, demonios, eternidad. Escribir puede romper las reglas de las estructuras y atravesar el tiempo si tenemos el ímpetu y la valentía. O puede ser nada más que un epitafio.









jueves, 8 de diciembre de 2011

Inventarios

No son épocas de inventarios.
Habría que tener grandes clasificaciones 
para que no hubiese categorías vacías.
Y uno ya aprendió a ser meticuloso, detallista, sutil.
En esos términos las vaciedades se nos meterían por algunos poros.
Nos presentarían tres caras de una misma moneda.
Cinco sentidos en una misma dirección.
Un espejo con varias imágenes superpuestas de uno mismo.
Una vida con dos principios y un solo final, 
o con un principio y dos finales negados.
Para qué mentirnos…
Si el contador tiene una sola columna en la hoja de balance
Y en vez del “debe” y el “haber”, solo ha puesto el “deber”
Uno puede descuartizar el libro de cuentas
Y despedir al contador por falta de sentido auditivo
Macerar las plumas en buen vodka
Hacerle gala a los humos mágicos
Y seguir soñando

lunes, 5 de diciembre de 2011

XIII

A veces
cuando las verdades chorrean humanidad
un segundo nos cuesta el alma
Entonces
hay que apostar a cara o cruz
las horas vividas
para que en el minuto mismo de la sed
no se nos derrumbe la mirada
Es simple:
cercar los gritos
acomodar el encierro
y guardar los humores en el patio trasero

miércoles, 30 de noviembre de 2011

Vivos

Tal vez no recuerdes aquel día
pero mis oídos tienen memoria
y saben de aquel suspiro al rozar tus dedos, apenas.
Tus ojos brillaban.
Y no es que hoy signifique menos
que tus dedos se hayan convertido en alas.
Pero cuando eran apenas esa piel,
volvías a mi con tu emoción viva.

Tajo de esperanza

La esperanza abrió un tajo en mi calle.
Y la tierra comenzó a abrirse en dos,
desde la vereda de enfrente hasta mi casa.
La espera misma se transformó en esa herida
que no sana porque ni pus genera.
"No tiene anticuerpos -dice mi abuela-
por eso se pone roja y solo duele y duele.
La espera te mata, criatura de dios. No esperes nada".
Cuando la calle está vacía es hora de mudarse,
no de abrir tajos de esperanza.
A mudarse de soles, de almanaques, de tendales de humor, de siestas. Huir...
Apretar el gatillo del alma y borrarte de un solo clic.
Y si no alcanza con todo eso,
batirme a duelo con cada pedazo tuyo
que quede vivo bajo mi piel.

Me declaro culpable

Me declaro culpable
de tener la dicha de cualquier desventura
de revelarme fatídica para impulsar los desiertos
de romper el molde de mi propia armadura

Soy
un cuerpo que celebra
que canta, que vomita, que resuelve
que no descarta las mañanas
que amanece

Y allá
el mundo descartado
el que construye silenciado
el que trajina pobremente
a caballo de sus miedos y derrumbes
y el otro
el que se enarbola triunfador
el que esconde bajo la alfombra
el que avanzando retrocede
a veces declina mis sueños
de antemano

Otro vuelo?

Todo el tiempo allí. Invitándome a soltar amarras.
Proponiéndome el juego perverso de perderme para ganar,
de alzar el vuelo sin alas,
de morder la pasión de otro viaje,
no el común del acontecer simpático aplaudido por los adoradores de lo originalmente vulgar.
La entrega total, me pide.
Abandonar el cielo con la vía láctea clasificada en constelaciones.
No tener un solo mojón en el silencio,
no tener un solo grito de esperanza.
No me le animo, lo confieso.
Ya presagiaron una muerte anterior de sinrazón,
o tal vez de verdad, quien sabe.
Ya dijeron una vez: "murió loca"
y nadie supo que dimensión tocaba con el rabillo del ojo.
A veces suelo pasar de mi a mi misma y no hay tantos márgenes de error.
Ni siquiera una columna,
o una lápida errante.

Salvarse

Encender las cenizas del día muerto
del día gris,
y volverse vida, un poco
volverse tierra, aire. Volverse algo
que el pelo no se transforme en peluca plástica
que la piel se sienta otra vez en la caricia,
antes que se vuelva grieta, surco del tiempo
antes que el estertor, con garantías de pasaje a la nada
nos descubra atónitos sin saber quienes, o qué.
Antes que las campanas del olvido repiquen mi nombre
en esta ciudad cada vez más vacía.
Tal vez irnos
tal vez dejar el sitio caliente de mañana
tal vez no tener un peso en el bolsillo
y jugársela a diario, en cada mirada
tal vez no ser nadie, de nada, en ninguna parte
o meterse de lleno a diluirse en el alma
que ya no es poco esto de dejarse inmolar sin consuelo, ni creencias
y arrastrar el cuerpo a diario
dejando gota a gota, una historia cargada

S/T

No oscurece la bronca
este cementerio de palabras feroces
El fastidio se asemeja a la orfandad de los misterios,
a la soledad de las pasiones.
No podrá, la brújula en el cielo
catapultarme al futuro en el que creo.
No podrá la maquinaria de la ilusión
darme otro crédito
Estoy en bancarrota
Los incrédulos me han vendido los sinsabores de la farsa
Y yo compro condimentos:
resignación, paciencia, olvido
para digerirla sin contratiempos.

Nada

Seamos totalmente nada
ni desnudos siquiera
sin piel, si pelos
puro latido sin carne
pulso, espacio
sin centros, sin dioses
vacío limpio
nausea vital
y cuando la luz nos traspase
y refleje tu rostro en el aire
cuando tu verdad sea legítima
no por más cierta
sino porque es la cima de la valentía
mis manos estarán más cerca
del cielo

Retorno a mi

Invertir los tantos
revertir la sangre hacia dentro
hasta inundar el sabor a desencuentro
corregir las pupilas
y correr hacia un rincón
de temblores innatos
Pasear por los muros huecos
y desafiar al presente con pasado
casi con muerte
Desplegar alas desplumadas
hasta abrazar el aire espeso
no levantar vuelo
que al fin de cuentas
deviene en caída al vacío
fundir uno a uno los sueños
hasta licuarlos todos
desconectar cada una de las palabras
en un contrato imperfecto
expulsar el aire de las máscaras
y comulgar con el esquelto inmóvil
de mi sombra

Extravío

Otra vez el dolor en la boca del estómago. Reaparece cuando menos se lo espera. Cuesta identificar la sensación, pero sé perfectamente que es “miedo”.
La respiración entrecortada, haciéndose profunda solo por momentos. La mirada que se proyecta más allá de lo estrictamente visible. La mirada que se pierde en lo que no puede asirse, y se vuelve consciente nuevamente solo cuando un sacudón nos obliga a ejecutar un acto concreto, como por ejemplo captar la imagen de un hombre que cruza la calle con una inclinación que solo le permite ver sus pies, para no atropellarlo. El hombre cruza sin mirar. Cruza estudiando sus propios pies. Cruza sin ver hacia adelante. Pero sabe exactamente dónde va. Freno y registro el momento, pero mis pies funcionan con cierta ajenidad a mi voluntad e intención. Sin embargo responden.
Todo está bien, me digo. Es sólo una confusión. No es posible que no identifique el camino, que nuevamente retroceda para reconocer los indicadores, ver señales, encontrar más datos que acompañen un tránsito sereno y seguro, y que al retomar mi andar desconozca cada uno de los lugares atravesados. O supuestamente atravesados. Todo está bien, me repito. Esta vez para convencerme.
Observo cada una de las casas, cada edificio, cada calle. Nada me resulta familiar y sin embargo, ese siempre ha sido el camino. El mismo que recorrí unas horas atrás en sentido contrario. Ni siquiera mis ojos se constituyen en garantía de mi percepción. Ni siquiera mis oídos pueden confirmar la canción del paisaje. Estoy a ciegas. La puerta que se cerró detrás de mí al salir puede que ya no esté o no sea la misma. Entonces volver no tendría significado, ya que tal vez ni siquiera consiga abrir mi propia casa. Todo se modificó cualitativamente, o mis ojos y mi cerebro han establecido un código erróneo de vinculación entre sí y ya nada es lo que parece. O parecía.
Serge me espera. Hace tiempo habíamos planeado el viaje, organizado nuestras vidas y ahorrado el dinero necesario. Pretendíamos ampliar el margen de cambios inesperados o de sitios que agregamos al circuito previsto. Serge me espera, pero no tengo manera de hacerle saber que no encuentro el camino. Que si lo sabía, o bien ya no puedo reconocerlo o algo extraño y confuso se ha presentado en las dimensiones habituales y ha dislocado la materia, tan sutilmente como para no perder entidad. Las cosas siguen siendo las mismas pero diferentes. Ya no distingo.
Vuelvo a retroceder, un poco más, para encontrar un punto anterior, algo que me indique que un desvío que ignoré por distracción en un momento del camino hizo que pierda orientación y entremezcle los puntos cardinales. Pero no, por más que retroceda solo encuentro un nuevo paisaje. Tal vez algún indicio suelto pero en un marco desconocido. Esa bocacalle me es familiar, sí, había una ochava con ladrillos a la vista y sin ninguna ventana, estoy segura. Pero no recuerdo haber visto dos camiones estacionados en frente. No estaban ahí, y no llovía. Descubro que no sólo es el camino, el espacio. También el clima se ha modificado. O estoy tan lejos de donde debería, que es razonable la diferencia. La lluvia es torrencial y una sensación desagradable de humedad y frío se me adosa a la espalda.
Es tarde, está oscuro y no hay gente en las calles, nadie a quien preguntarle. La última persona a la que interrogué no conocía ninguna ruta.
Ya no puedo seguir hacia atrás. Tengo la sensación de alejarme cada vez más de mi objetivo solo porque no atino al camino seguro. Tengo que volver a la ruta. Tengo que arriesgar con mi propia intuición como brújula.
Como era de esperar, el camino desandado que retomo ya se ha modificado, por lo que, entonces, no sé si estoy retomándolo o iniciando un nuevo viaje. El miedo vuelve a hacerse presente, pero ya no me paraliza. Me pone en guardia, me alerta de peligros.
Empiezo a padecer una profunda incapacidad para adaptarme a tantos cambios. Necesito alguna certeza, aunque se que es imposible. Tal vez yo. Tal vez encontrarme con mi propia imagen me devuelva un punto verdadero.
A través del limpiaparabrisas distingo la luz de una estación de servicio. Estaciono sin cargar combustible. Mi único objetivo allí es encontrar los sanitarios, pero siempre me asiste el temor de que al salir ya no reconozca mi auto y quede inmovilizada en ese lugar. El espejo retrovisor se presenta como alternativa para el encuentro. Todo se acelera en mi cabeza. Empiezo a especular sobre la posibilidad de que no reconozca mi cara. Tengo que hacerlo, me dije. Y me miré.
Una mezcla de alivio y desconcierto confundieron mi memoria. Reconocía ese rostro como parte de mí, pero no era exactamente el mío. Y al no resultarme ajeno volvía cierta sensación de normalidad. Pero el saber concientemente que no lo era, me inducía a dudar de mi equilibrio psíquico.
Decidí probar otra alternativa, la de considerar únicamente los datos objetivos, es decir, guiarme concretamente por un itinerario escrito, preguntando paso a paso y verificando en los lugares públicos que encontrara disponibles. Llegué a una ciudad que se suponía la mía y a un domicilio que se suponía era la casa de Serge. Toqué el timbre, un hombre de mediana edad, calvo y amable, me habló en un idioma extraño, abrazándome suavemente. No logré articular una sola palabra que pudiera explicar mi situación. Mi boca se abría con fuerza y mi garganta se estrechaba, mientras intentaba que el aire exhalado produjera algún sonido. Era inútil. Apenas un leve gemido simplificaba toda mi desesperación.
Cuando logré cierta calma y por fin pude expresarme, cuando mis palabras lograron salir de mi boca, ya no pude reconocerlas.

Abismos

A veces es solo un detalle.
Un punto de vista, un exabrupto,una falta de delicadeza,
un movimiento torpe.A veces un signo,
un silencio,
una mirada esquiva,una excusa casi perfecta.
Los abismos se componen de cierto matiz espeso,
de algo enredado, contrapuesto, atragantado.
Que cae estrepitosamente
agujereando un terreno abonado.
Se evidencian los dobleces,
se caen las máscaras
y se aprende quien es quien en la caída.
Los abismos, en última instancia, son eso.
Un camino hacia la nada.

Sin palabras

Quiero pensar que no soy yo cuando escribo. Pensar que tal vez un día lejano vuelva con todas sus latitudes enfermas a socorrerme. A ofrecerme una imagen, un detonante de historias explotando en mi cabeza. Quiero creer que no soy yo la que piensa. Que si me dejo llevar por el duende todo se desarrollará en algún sentido y con él. Quiero desear que no soy yo la que cree. Que si piso el sendero del talento fluirán en mi cabeza todo un sinfín de tonalidades y formas que se traducirán en palabras. Pero mis manos me habitan hoy. Y no se si piensan, creen y desean por si mismas. En ese estado se me ocurre suponer que vendrá mañana un destino prefijado de habilidades. Pero no. No consigo morder un mísero verbo ni delinear una insignificante coma. El pecho late al ritmo habitual. La mirada se clava en cualquier punto, sin siquiera absorber las líneas firmes de un horizonte de palabras casi huecas.
Toso, me acomodo el pelo, tomo agua. Me voy a dormir sin lograrlo.

///

Derrotada por lo etéreo y lo terreno
amalgamándose en mis manos
Derrotada por la miel y los ensueños
vertiéndose por una hendidura
de mi cerebro
Quiero abarcar la vida
lo animal, lo sublime, lo infinito
Adorarte sin más...
Me rigen los extremos,
de esas formas me alimento
Quiero beber cada savia de tu pecho
y encenderme, soberana, en tu recuerdo.

Cuadro

Piel expuesta. 
El vientre en las manos.
La sangre adivinándose en su aliento.
Una derrota plácida.
Nada que no se esfume hacia adentro de la mirada.
Era de sombra sus ojos.
Ganas de aflojar las piernas
y caer por fin.
La respiración entrecortada
pidiéndose perdón.
Un gemido leve pariendo sus palabras.
Un prisma nebuloso anticipando sus días.
Está ahí, quieta. 
Devorándose la nada.

Como uno

Uno se yergue como un horizonte en llamas
se nutre del cimiento de las voces
de lo puro, lo esencial, lo indefinido
quien dijo "hasta aquí"?
todo se resume en la premura
en abordar las grietas
en renunciar a lo inmaculado
verter un poco de sangre y bebérsela
como dioses, como parias, como guerreros
como héroes del infierno
como poetas maltrechos por el sudor de la angustia
o simplemente como hombres
paladeando el humus del misterio

El sueño del lobo


Anoche tuve un sueño extraño. Vi un lobo corriendo por la selva, solo, cazando y defendiéndose de los peligros que lo acechaban con fuerza y coraje. A veces se encontraba con otros de su especie y cazaban juntos, pero cada vez que se unía a algún grupo perdía el pelo y su aliento cambiaba. Se debilitaba y sus huesos comenzaban a crugir. Los demás esperaban que caminara a su ritmo, le exigían cazar a su estilo, comer las sobras, no salirse del territorio, ajustarse a las normas del clan. Al poco tiempo el lobo empezaba a perder también el olfato y su instinto hasta que, poco después, dejaba de reconocerse. Allí comenzaba la pelea. Al no reconocerse a sí mismo dejaba de reconocer a los demás lobos como pares y los atacaba. Ellos no entendían y el lobo no sabía qué sucedía. A veces lo dejaban seguir con ellos, porque era buen cazador, hacían algunas concesiones y hasta le proponían que fuera quien estuviera al frente. Pero aún así seguía sin reconocerlos y partía solitario a recorrer otros caminos.
Una noche, luego de fuertes tormentas, de una búsqueda incesante de reparo, cayó rendido a dormir en un descampado. Cuando despertó, aún de noche, estaba rodeado de un grupo de lobos que no había visto antes. Se sacudió sobresaltado y pensó en huir nuevamente. Algunos dieron algunos rodeos como invitándolo a acercarse. Ninguno dormía. Había una loba amamantando a su cría, mientras otros devoraban un animal cazado durante el día y le acercaba algunos trozos de la presa. Un pequeño grupo se bañaba en una laguna y el resto correteaba con los más jóvenes ejercitándolos para la cacería del día siguiente. En un momento el grupo que se alimentaba se alejó del banquete para dejarlo comer. Vieron que estaba hambriento y siempre había para todos. El lobo no dudó en devorar algunas partes y apenas recuperó fuerzas pensó en marcharse a seguir su camino. Pero cuando levantó la cabeza se dio cuenta que el resto, muy quieto, lo observaba. Descubrió que su pelaje estaba intacto y reconoció el olor del conjunto. Dio unas vueltas inquieto mientras el resto esperaba. Casi como un impulso dio media vuelta para internarse en la selva nuevamente sin saber hacia donde. Se detuvo un momento para observarlos y descubrió la luna reflejarse en sus miradas. Cada uno de ellos le devolvía una parte de la imagen de a si mismo, y supo allí que esa era su manada.
Cuando desperté de aquél sueño me levanté de la litera y miré por el ojo de buey. Vi la costa alejarse lentamente. El viaje comenzaba con buen presagio.

Epitafio de mi sombra

Se me han incinerado las ideas
parece que escribiera todo el tiempo
el mismo epitafio de mi sombra
Repito sin cesar iguales sueños,
insalubres duelos,
íconos idénticos
Pero escribo y escribo
intentando dar una vuelta más
tal vez haya que volar más alto,
me digo
cambiar la perspectiva,
acomodar el ojo a una nueva desidia
reventar los nervios
o quedarme quieta -wu wei-
y ver pasar mi entrecejo
y acomodarse, tranquilo, en cada verbo
O despellejarme ahora,
que tengo tantas ganas del encuentro
Vaciar cada pulso ya medido
y aspirar un aire que sacuda los pulmones
No estoy seca todavía
Y si lo estuviera, molería mis huesos
y los echaría al viento como cenizas.

A veces

A veces suelo desdibujarme
cuando ninguna fuente clara me estimula
la nada y el vacío no me asustan
hundo el sable en la queja
en la falta, la matriz sin forma
vienen a mi tres soles negros
con historias ya contadas, y una herida
un ruego se acompasa en mi cerebro
yo le pongo la música de un tren,
y lo festejo
es poco, yo se, pero qué tanto!
a un vicio no se le pide un canto
se lo macera con el pie izquierdo entre la hierba
se lo llena de altibajos disonantes
y se lo deja madurar
que ya se sumarán otros errantes
abrazados al pedal de la humilde maquinaria
traerán sus musas al saguán de mi fe
y saldrá tal vez una plegaria.

viernes, 25 de noviembre de 2011

Olvido

Qué desearán mis manos
si el sentido de lo eterno
se bifurca a cada paso
se abre en dos hasta asfixiarte
precipita un ocaso
firmando la partida de defunción
de aquella hoguera
que nos sellaba las manos?
Un tembladeral de sombras
aulla
y rasga mis sienes...
Qué suelo rugirá mañana
que vuelvo a volar
sin un ápice de ganas
si la lástima se endiosa
y nos desgrana?
Qué sinsabor tendrás de lejos
si la corriente de las musas
no me dicta
una imagen para crearte
el día en que ya no te recuerde?