Escribir puede ser un viaje hacia el centro de uno mismo. Un despellejarse y ofrecerse en carne viva. Una forma de liberación. Esa liberación que nos hace esclavos de la libertad, porque ya no es posible concebir otra forma. Escribir puede ser santo, muerte, vísceras, sangre, confesión, locura, demonios, eternidad. Escribir puede romper las reglas de las estructuras y atravesar el tiempo si tenemos el ímpetu y la valentía. O puede ser nada más que un epitafio.









martes, 24 de abril de 2012

XIV

Hay quienes sobrevuelan el amor perdido
como un ave de rapiña
sobre los restos de una presa.
La cacería ha terminado...
El breve alimento
invade desde las horas muertas
convirtiendo la ilusión en una película muda
Es verdad la caricia del ocaso
si adoramos el sol en toda su vertiente
si navegamos cada rayo como un disparo
como una entrega sin tácticas bélicas.
Podemos sucumbir a las corazas,
palpitar cada sombra de hoy
y dormir en total oscuridad.
Pero no hay espacio en el silencio,
no hay caminos que griten el nombre
que hoy le suma sentido a tu espejo.
El desafío es catapultarse a lo  nuevo.
No hay farsas que inventar.
No hay escrituras del pasado,
no somos dueños del tiempo.
Un prisma descompone la memoria.
Los rostros-noches se confunden
y cae la luna en una botella.
Suelto la última pluma
y vuelvo a andar desnuda en plena esperanza.